Hoy vengo a
oficiar de censor. Pseudo-razones contra el progreso:
A veces, en
ocasiones, me cansa profundamente escuchar que el mundo avanza. Si
por mundo se refieren a la Tierra, ese pequeño satelite del Astro
Rey, les diría que más bien gira, cual bailarina de ballet, sobre
su propio eje, para después de un largo tiempo, terminar una apenas
aceptable elípsis. Sin embargo, si es al avance en el plano
tecnológico, no les diría lo mismo, sería bastante cómico, sin
lugar a dudas, ver a una computadora dando vueltas sobre su propio
eje, pero esto no acontece. Aún más, no solo sería cómico sino
que incluso sería bastante más interesante que el hecho que se
califica de progreso. Aparentemente, a mayor poder de procesamiento,
mayor avance. En otras palabras, mientras más fuerza bruta, más
hemos progresado... Comprenderán mis sospechas. Si nos valiesemos,
que no lo haremos, pero si nos valiesemos de analagías, si
buscasemos la más apta, sería, sin lugar a dudas la comparación
con un fisicoculturista; después de todo nadie en su sano juicio
diría que la humanidad avanza a pasos agigantados porque tenemos
tipos cada vez más fornidos y sin embargo, eso es lo que
aparentemente se considera cuando logramos mejorar unos cacharros
hechos de plástico (que dicen los ecologistas que se acaba, a pesar
del solemne silencio que guarda al respecto toda la industria
moderna).
Así pues,
en este mundo moderno, progresista, que ya no encuentra prefijos
griegos o latinos para denominar sus eras (ya hemos despilfarrado,
prematuramente sospecho, neo y
post, esperamos ver, dentro de
muy poco, que el infame y aborrecible prequela
comience a ser utilizado), todo avanza. Incluso la comunicación...
si, si, eso mismo, la comunicación, ese arte milenario que hoy
apenas llega a nombrar el oficio de unos pocos, esa forma predilecta
de conquista amatoria, ese secreto que nos acerca a la divinidad que
creemos/creamos, ese distintivo sutil que nos define como seres,
parece que también avanza. Por supuesto, como no habría de hacerlo,
en este mundo.
Imposible pensar que en toda la larga cadena de siglos anteriores al
nuestro (ahí hay otro prefijo olvidado ante)
se hayan producidos más que tenues avances, eramos necesarios
nosotros, los habitantes del siglo XX y XXI para lograr lo que la
humanidad no logró en una eternidad.
Así pues, hemos logrado que la comunicación avance de un modo tal
que ya no es necesario más que unos pocos minutos para que todo el
orbe nos escuche, a nosotros, ilustrísimos colonos de la época de
la aldea global. Con el ligerísimo teléfono que llevamos a todos
lados (para no perder oportunidad de estar comunicados) somos capaces
de subir a las redes sociales en el mismo instante que las tenemos
las ocurrencias más diversas que nuestras neuronas engendran.
Millones de personas por segundo, a lo largo y ancho del globo
terráqueo, millones de sintagmas de una increible originalidad y una
labor de la lengua refinada.
Oh, si, prima la estética del lenguaje. Hemos progresado, sin lugar
a dudas, somos hoy en día un bochorno mucho mayor al que eramos hace
dos mil años atrás. A Terencio se le iban del teatro los toscos
romanos para obervar a los púgiles, pero por lo menos era en vivo y
en directo. Horacio recomendaba guardar con pudor neurótico los
papeles que uno escribe durante diez años con el único fin de
corregirlos ya que las palabras escritas permanecen y son nuestro más
severo verdugo. Sin embargo, esta sociedad, víctima del lugar común
que identifica más con mejor nos dice que hemos avanzado porque
ahora podemos comunicarnos más: más rápido, más cómodo, más
instantaneo, más nuevo en definitiva más mejor.
Permitanme decirles, que a mi parecer, más no es mejor. Como
tampoco menos es peor, ni más es peor ni menos mejor. Más es más,
solo eso. Ahora bien, que todos tengamos la capacidad de expresarnos
y de hacer oir nuestra voz es algo en verdad importante. Tampoco
debemos negar que la rapidez con la que se pueden organizar ciertas
actividades se ha incrementado muchísimo con las redes sociales. Sin
embargo, la mera posibilidad no debiera significar obligación. Puedo
publicar una docena de artículos en el blog por día, pero a duras
penas llegué a pegarle una mirada correctiva a éste (corrección
sería sobredimensionar lo que en verdad hice). Así pues, cabe
preguntarse si la inmediatez de nuestra comunicación actual no
supone, en una inmensa mayoría de situaciones, un atraso antes que
un avance.
Si consideramos el caso de la literatura es algo evidente. No
imagino a Borges sin corregir una sola de sus palabras (sus
maravillosas palabras) antes de considerarla un borrador acabado.
Sabina es un caso, en la esfera musical, que da pruebas palpables de
esas correcciones. Se puede ver como mejora o cambia o reformula
letras, por ejemplo en el caso de “Mujeres fatal” que sale por
primera vez editada en el disco en vivo “Joaquín Sabina y
Viceversa” (1986) y que luego corregirá o mejorará en la versión
final llamada “Mujeres fatal” del disco “Esta boca es mía”
(1994). Esto es, durante ocho años el artista siguió pensando esa
letra, trabajando sobre la música, para conseguir lo que no se
consiguió de primera. Esta es la labor fundamental del orfebre de
palabras: la limae labor que se presupone requisito de toda
obra de arte.
Ahora bien, dejemos el arte para los intelectuales. Sigamos con
ejemplos más sencillos, si solo quiero decirle al mundo que me
siento solo, ¿porqué no hacerlo en las redes sociales cada minuto y
medio?. Bueno, en primer lugar, porque es de un mal gusto sublime
lloriquear por los rincones solicitando cariño. En segundo lugar...
porque el primero ya fue suficiente. Debemos detenernos, eso si, en
un tercer lugar nombrado numerosas veces por los especialistas:
sencillamente por el hecho de decir las cosas no lograremos nada. De
hecho, es tan inconmensurable el mar de gente que dice todo el tiempo
lo que siente en internet, que cae en un mar de olvidos y prestarle
atención a los berretines emocionales de todo el mundo supondría
una tarea heracleana.
Así pues, hoy estoy de censor, hoy no me importa si:
“está lindo pa' cucharita”
“tengo frío”
“tengo hambre”
“Que calor!”1
“Tal tiene o dejo de tener una relación con tal”
Por favor, abstenerse de cualquier tipo de comentarios, todos los
detestamos. ¿Y este artículo qué?. Otras palabras en el mar de
quejas del abismo que es internet. Por eso, insto al desafortunado
lector que por un error de búsqueda llegó hasta aquí, a ir ahora
mismo, y decirle a la primera pechugona que encuentre en el camino:
“Tengo frío, y no te lo digo por internet, ni porque me importe,
te lo digo para entablar una conversación con alguien que demuestre
semejantes cualidades, que de tanto porte e importancia no entran en
mi, mi bien”.
(A.M)
1Nótese
la ausencia de la tilde en tal exclamación.
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