Ya exprimido y descartado por el vértigo mediático,
merece ulteriores consideraciones. El episodio ocurrió hace unas semanas. Haré una brevísima
recapitulación, acaso superflua para la mayoría de los lectores.
Pocos días antes de asumir el cargo de Rectora de la
Universidad de Montevideo, Mercedes Rovira, expresó en una entrevista publicada
por el semanario Búsqueda, que la homosexualidad es una anomalía y que pesa
(negativamente) a la hora de seleccionar a los candidatos a integrar el plantel
docente. Dicho esto, detengámonos un instante en el prontuario de este gran
elenco:
Universidad de Montevideo: institución educativa de carácter
privado regenteada por el Opus Dei. A diferencia de las escuelas y liceos
privados, las universidades no públicas son escasamente reguladas y controladas
por el Ministerio de Educación y Cultura, razón por la cual no podemos dar
cuenta cierta de su nivel educativo ni de sus planes de estudio.
Mercedes Rovira: Dra. En
Filosofía y artes liberales por la Universidad de Navarra. Numeraria del Opus
Dei, laica consagrada cuya piel no ha de desconocer las caricias del silicio.
Luego de sendos años de labor en la Universidad de Montevideo, designada su
Rectora.
Semanario Búsqueda: publicación periodística
tradicionalmente vinculada a la derecha.
Presentados los protagonistas, volvamos al hecho y sus
previsibles consecuencias.
Una vez en la
calle la publicación con las declaraciones de Rovira, arreciaron la indignación
y las críticas. No era para menos. Sus palabras, sólo sostenibles
desde el más ciego e iletrado dogmatismo, hacían agua por todos lados. Lo
peculiar, es que los cuestionamientos esencialmente estribaron sobre la
utilización de la orientación sexual como criterio de selección de docentes. Paradójicamente,
la causa de esa actitud discriminatoria, que es que considerara a la
homosexualidad como una anomalía, transitaba indemne a través de la polémica.
Calificar a
la homosexualidad como una anomalía es, ante todo, una burrada. Y si analizamos
algo del discurso con que argumentaba esa burrada, encontraremos otras pequeñas
ignorancias nada desdeñables. Por ejemplo, Rovira manifestó que la naturaleza
siempre ha sido hombre y mujer. El error, de burdo, da pereza enunciarlo: la
confusión de sexo, es decir de género, con sexualidad, es decir, orientación
sexual. El dato ser hombre/ser mujer, no implica como consecuencia necesaria
sentir atracción por mujeres/sentir atracción por hombres. Por lo demás, si
decimos que el hombre es hombre y la mujer es mujer, como una noción dada de la
biología, estamos ante un juicio descriptivo, del orden del ser, y de él, no
puede extraerse, a riesgo de caer en la falacia naturalista, juicios del orden
del deber ser: a un hombre le deben gustar las mujeres y a las mujeres, los
hombres. Ese razonamiento está
viciado.
Podemos ir
aún más a la esencia de las palabras de Rovira. La misma afirmación de que la
naturaleza hace a los hombres, hombres, y a las mujeres, mujeres, es más que
controvertible. Teorías actuales del lenguaje, explican el sexo a través de un
mecanismo performativo: más una determinación cultural que biológica. Incluso es una inconsistencia en boca de un
católico. Para ellos hay vida desde la concepción. Ahora, lo que nunca pueden
afirmar, es que haya sexo desde la concepción: en las primeras etapas de la
gestación lo que hay es indeterminación. Así, por ejemplo, se explica que los
hombres tengan pezones sin una función específica. Estos se forman antes que se
determine el sexo, y por eso los comparten hombres y mujeres. Entonces, aún un
católico, deberá admitir que hay ser humano sin un sexo determinado.
Hace 22 años,
la Organización Mundial de Salud, hizo lo que ya había hecho la academia a
partir de la década de los 70': eliminar de sus listados de enfermedades
mentales a la homosexualidad. La admisión de su conclusión, y la no admisión de
la contraria, que es la de Rovira, se apoya en el orden del discurso. La
palabra, para que tenga valor, debe poder inscribirse en un discurso, el cual
exige para ello el tributo del método. Una estructura que de cuenta del origen
y fundamento del conocimiento.
Acaso no una
certeza, pero sí una garantía procedimental. Y esta idea, absolutamente básica
para cualquier saber, es la que proscribe a la ignorancia los dichos de Rovira.
Asegurar que es o no una enfermedad o una “anomalía”, corresponde al discurso científico.
Rovira habló desde otro discurso, el religioso, totalmente incompetente al
respecto y que no respeta las características del científico. Por eso no fui temerario
al calificarlo renglones arriba de burrada. Si yo refiriera a la mosca como un mamífero
de dos patas que viste corbatas a cuadros, por mi sola convicción, sería lo
mismo. Puedo decirlo, puedo creerlo, pero será una estupidez.
Entonces,
¿por qué se ha cuestionado menos esta exhibición de torpeza intelectual, tanto
más grave en una persona que acusa tener la formación que el currículum de
Rovira jacta, que la selección de docentes acorde a su sexualidad? Creo que el
fenómeno tiene dos orígenes.
La sociedad
actual es tolerante. Que nadie tome esto como un encomio. Tolerancia es un
concepto que goza de una inmerecida buena fama. Es meramente soportar
acríticamente la existencia y opinión del otro; un otro oscuro y negado: no es
amigo o enemigo, perteneciente a mi grupo o es ajeno, caso en el que lo ignoro.
No hay transferencia de conceptos, ni comunicación de sentido, ni relación con
el otro. No hay deseo del otro. Y todo en tanto existe y se expresa, se debe
respetar; es decir, no aniquilar. En un panorama semejante no puede haber algo
como el ámbito social o lo político y su discusión: no hay lugar para las
conclusiones y argumentos de una Razón Universal, para la crítica y la síntesis
de esa crítica en la sociedad. Así es natural que cada uno simplemente dice lo
que se le canta, como un grito sordo en la oscuridad y ya. Nadie quiere
responderle porque nadie puede responderle. Si este hubiera sido el esquema
general de la historia, probablemente nunca se hubiera superado la esclavitud,
y esta sería “una alternativa más”, como todo se presenta en estás épocas:
opciones y más opciones, imposibles de discutir y por lo tanto de comparar.
Imposibles, entonces, de encarnar un valor. Un valor de estructuración social,
comunicable a través de la educación.
Por otra
parte, parece haber una confusión del ámbito de la crítica. Justamente en favor
de la tolerancia, se entiende que lo que no es ilegal, no puede ser
cuestionado, como perteneciente a la libertad privada de las personas. Ahora,
el hecho de que no sea delito, no obsta a la posibilidad de su
problematización, por ejemplo, como en este caso, ética e intelectual.
En el epílogo
a esta nota, es menester reconocer que el colectivo Ovejas Negras, tuvo mayor
tino a la hora de dirigir su crítica. No en vano se valió de la metáfora para
significar la anomalía que usó Rovira, el trébol de cuatro hojas, como
estandarte gráfico en su manifestación contra la U. de Montevideo.
Palabras tan
deleznables como las de la frustrada decana, merecían una reacción así de
entusiasta. Sin embargo, su contenido y desarrollo menoscabó su éxito, aún con
el desistimiento de Rovira a asumir el cargo.
No sólo la
opinión. También cómo se ejerce la crítica denuncia la condición ideológica e
intelectual de un sujeto.
D.C
1 comentario:
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