domingo, 12 de agosto de 2012

(101) Tomas Abraham: los filósofos, la filosofía, la felicidad y el dolor.

Apenas si un fragmento de una lúcida conferencia de un lúcido tipo: Tomas Abraham. El resto de la charla, puede ser fácilmente rastreada a través de este mismo link en youtube.  Maravillosa es la distinción que hace del autentico filósofo, el crítico, vital, removedor, del que llama "mero erudito de las fuentes". Algo así como la reducción torpe de esa idea, también puede ser encontrada en nuestro artículo "Guarda con el fetichismo académico" 

domingo, 5 de agosto de 2012

(100) Palabras (no)Rectoras


Ya exprimido y descartado por el vértigo mediático, merece ulteriores consideraciones. El episodio ocurrió hace unas semanas. Haré una brevísima recapitulación, acaso superflua para la mayoría de los lectores.
Pocos días antes de asumir el cargo de Rectora de la Universidad de Montevideo, Mercedes Rovira, expresó en una entrevista publicada por el semanario Búsqueda, que la homosexualidad es una anomalía y que pesa (negativamente) a la hora de seleccionar a los candidatos a integrar el plantel docente. Dicho esto, detengámonos un instante en el prontuario de este gran elenco:

Universidad de Montevideo: institución educativa de carácter privado regenteada por el Opus Dei. A diferencia de las escuelas y liceos privados, las universidades no públicas son escasamente reguladas y controladas por el Ministerio de Educación y Cultura, razón por la cual no podemos dar cuenta cierta de su nivel educativo ni de sus planes de estudio.  

Mercedes Rovira: Dra. En Filosofía y artes liberales por la Universidad de Navarra. Numeraria del Opus Dei, laica consagrada cuya piel no ha de desconocer las caricias del silicio. Luego de sendos años de labor en la Universidad de Montevideo, designada su Rectora.

Semanario Búsqueda: publicación periodística tradicionalmente vinculada a la derecha.

Presentados los protagonistas, volvamos al hecho y sus previsibles consecuencias.
Una vez en la calle la publicación con las declaraciones de Rovira, arreciaron la indignación y  las críticas. No era para menos. Sus palabras, sólo sostenibles desde el más ciego e iletrado dogmatismo, hacían agua por todos lados. Lo peculiar, es que los cuestionamientos esencialmente estribaron sobre la utilización de la orientación sexual como criterio de selección de docentes. Paradójicamente, la causa de esa actitud discriminatoria, que es que considerara a la homosexualidad como una anomalía, transitaba indemne a través de la polémica.
Calificar a la homosexualidad como una anomalía es, ante todo, una burrada. Y si analizamos algo del discurso con que argumentaba esa burrada, encontraremos otras pequeñas ignorancias nada desdeñables. Por ejemplo, Rovira manifestó que la naturaleza siempre ha sido hombre y mujer. El error, de burdo, da pereza enunciarlo: la confusión de sexo, es decir de género, con sexualidad, es decir, orientación sexual. El dato ser hombre/ser mujer, no implica como consecuencia necesaria sentir atracción por mujeres/sentir atracción por hombres. Por lo demás, si decimos que el hombre es hombre y la mujer es mujer, como una noción dada de la biología, estamos ante un juicio descriptivo, del orden del ser, y de él, no puede extraerse, a riesgo de caer en la falacia naturalista, juicios del orden del deber ser: a un hombre le deben gustar las mujeres y a las mujeres, los hombres. Ese razonamiento está viciado.
Podemos ir aún más a la esencia de las palabras de Rovira. La misma afirmación de que la naturaleza hace a los hombres, hombres, y a las mujeres, mujeres, es más que controvertible. Teorías actuales del lenguaje, explican el sexo a través de un mecanismo performativo: más una determinación cultural que biológica. Incluso es una inconsistencia en boca de un católico. Para ellos hay vida desde la concepción. Ahora, lo que nunca pueden afirmar, es que haya sexo desde la concepción: en las primeras etapas de la gestación lo que hay es indeterminación. Así, por ejemplo, se explica que los hombres tengan pezones sin una función específica. Estos se forman antes que se determine el sexo, y por eso los comparten hombres y mujeres. Entonces, aún un católico, deberá admitir que hay ser humano sin un sexo determinado.
Hace 22 años, la Organización Mundial de Salud, hizo lo que ya había hecho la academia a partir de la década de los 70': eliminar de sus listados de enfermedades mentales a la homosexualidad. La admisión de su conclusión, y la no admisión de la contraria, que es la de Rovira, se apoya en el orden del discurso. La palabra, para que tenga valor, debe poder inscribirse en un discurso, el cual exige para ello el tributo del método. Una estructura que de cuenta del origen y fundamento del conocimiento. Acaso no una certeza, pero sí una garantía procedimental. Y esta idea, absolutamente básica para cualquier saber, es la que proscribe a la ignorancia los dichos de Rovira. Asegurar que es o no una enfermedad o una “anomalía”, corresponde al discurso científico. Rovira habló desde otro discurso, el religioso, totalmente incompetente al respecto y que no respeta las características del científico. Por eso no fui temerario al calificarlo renglones arriba de burrada. Si yo refiriera a la mosca como un mamífero de dos patas que viste corbatas a cuadros, por mi sola convicción, sería lo mismo. Puedo decirlo, puedo creerlo, pero será una estupidez.
Entonces, ¿por qué se ha cuestionado menos esta exhibición de torpeza intelectual, tanto más grave en una persona que acusa tener la formación que el currículum de Rovira jacta, que la selección de docentes acorde a su sexualidad? Creo que el fenómeno tiene dos orígenes.
La sociedad actual es tolerante. Que nadie tome esto como un encomio. Tolerancia es un concepto que goza de una inmerecida buena fama. Es meramente soportar acríticamente la existencia y opinión del otro; un otro oscuro y negado: no es amigo o enemigo, perteneciente a mi grupo o es ajeno, caso en el que lo ignoro. No hay transferencia de conceptos, ni comunicación de sentido, ni relación con el otro. No hay deseo del otro. Y todo en tanto existe y se expresa, se debe respetar; es decir, no aniquilar. En un panorama semejante no puede haber algo como el ámbito social o lo político y su discusión: no hay lugar para las conclusiones y argumentos de una Razón Universal, para la crítica y la síntesis de esa crítica en la sociedad. Así es natural que cada uno simplemente dice lo que se le canta, como un grito sordo en la oscuridad y ya. Nadie quiere responderle porque nadie puede responderle. Si este hubiera sido el esquema general de la historia, probablemente nunca se hubiera superado la esclavitud, y esta sería “una alternativa más”, como todo se presenta en estás épocas: opciones y más opciones, imposibles de discutir y por lo tanto de comparar. Imposibles, entonces, de encarnar un valor. Un valor de estructuración social, comunicable a través de la educación.
Por otra parte, parece haber una confusión del ámbito de la crítica. Justamente en favor de la tolerancia, se entiende que lo que no es ilegal, no puede ser cuestionado, como perteneciente a la libertad privada de las personas. Ahora, el hecho de que no sea delito, no obsta a la posibilidad de su problematización, por ejemplo, como en este caso, ética e intelectual.
En el epílogo a esta nota, es menester reconocer que el colectivo Ovejas Negras, tuvo mayor tino a la hora de dirigir su crítica. No en vano se valió de la metáfora para significar la anomalía que usó Rovira, el trébol de cuatro hojas, como estandarte gráfico en su manifestación contra la U. de Montevideo.
Palabras tan deleznables como las de la frustrada decana, merecían una reacción así de entusiasta. Sin embargo, su contenido y desarrollo menoscabó su éxito, aún con el desistimiento de Rovira a asumir el cargo.
No sólo la opinión. También cómo se ejerce la crítica denuncia la condición ideológica e intelectual de un sujeto.


D.C