jueves, 10 de marzo de 2011

(19) El horóscopo y el Sr. Bertram Forer.


   Ante el avance del ejercito persa contra sus fronteras orientales, Creso, rey de Lidia, decidió valerse de la asistencia de un oráculo para decidir si ir a la guerra o no. Creyéndose astuto, primero puso a prueba a los oráculos. Envió un heraldo a cada uno de ellos que, exactamente al centésimo día desde la partida, debía preguntar a la pitonisa que estaba haciendo el rey. Creso había elegido para ese momento una conducta convenientemente extravagante: despedazar una tortuga, un cordero y cocinarlos en un caldero de bronce. El de Delfos, fue él que dio la respuesta correcta. Esto debió ser alarmante para Creso, ya que ese mismo oráculo le había profetizado a su antepasado, Giges, primer rey de la dinastía de los mermnadas, que su estirpe acabaría en la quinta generación. Creso era la quinta generación.
   El rey envió costosos regalos a Delfos, con la esperanza de asegurar un dictamen favorable.[1] La pitonisa se expresó de este modo: “Si atacas a Ciro, un gran imperio se destruirá.” Creso vio en esta profecía a su destino de gloria y bronce, y atacó. Tras la guerra, como lo había predicho el oráculo, un imperio había caído. El de Creso. El rey salvó su vida incurriendo en la delación: ofreció a los persas los secretos militares de las ciudades griegas.
   Aquellas palabras del oráculo de Delfos, no sólo dieron cumplimiento en la historia a una tradición mítica griega –el destino como fuerza indómita, el personaje que busca evadirlo, y la profecía como una advertencia que encarna una condena y se revela como funcional al cumplimiento de ese destino– sino que además, explicitan el máximo artilugio de las magias adivinatorias: la vaguedad. El texto profético debe ser lo suficientemente ambiguo como para que ningún resultado de la realidad pueda contradecirlo. A partir de metáforas o generalidades debe amoldarse a toda posibilidad. Funciona, porque el cerebro es propenso a caer en esa trampa. Estudio mediante, tiene un nombre: falacia de validación subjetiva, o efecto Forer.
   Resulta que Bertram Forer, psicólogo estadounidense, profesor universitario, en 1948 envió a sus estudiantes un test de personalidad. Ellos debían completarlo y remitirlo a Forer que, en función de sus respuestas, elaboraría un perfil de la personalidad de cada uno. Pero, en verdad, lo que Forer hizo fue recortar y unir fragmentos de horóscopos publicados para crear un único perfil. Había frases memorables, como esta: “At times you are extroverted, affable, and sociable, while at other times you are introverted, wary, and reserved”.[2] Los estudiantes luego debían calificar cuan cerca estaba, en una escala del uno a cinco, esa descripción de su persona. El promedio fue de 4.6. Y así funcionan los horóscopos.[3]
   De las resultancias de Forer, podríamos sacar al menos dos conclusiones discordantes. La primera es que los complejos, infinitamente diferentes, proteicos hombres, caemos en una trampa verbal y nos identificamos igualmente con un patrón de atributos; virtudes y defectos de cartón, que no son sino una nadería. La otra, que los mentados complejos, infinitamente diferentes, proteicos seres humanos, no somos tales, sino simples apariencias, todas idénticas, sin fondo ni profundidad: copias, grotescas redundancias del único hombre platónico, tan iguales como una línea de zigzagueantes hormigas. Pero no nos adelantemos, porque antes hay otra revelación. Las estrellas quieren decirnos algo, no hay dudas: “Nada tenemos que ver con su suerte, hecha de azar y de voluntades ajenas e inextricables”.

Suplemento a la edición de hoy (y todo por la misma plata… como el nombre de otro afamado blog).

   En flagrante contradicción con el contenido de esta nota, y para satisfacer el misceláneo paladar del lector de este blog, hemos adquirido la franquicia del oráculo de Delfos para nuestro país. He aquí algunas predicciones en clave astrológica que habrán de cumplirse este fin de semana, el mes que viene o en algún momento de aquí a mil años.

Aries: ¡Mishiadura y fulería rantifusa!
Tauro: Recibirá un regalo inusual. Es un loro y se llama Roberto.       
Géminis: ¡Cuidado el ómnibus!
Cáncer: Sólo se equivoca el que intenta. Por favor, deje de intentar.
Leo: Como será la laguna que el chancho la cruza al trote…
Virgo: Si le preguntan, usted no fue.
Libra: Mal día para el amor… los prostíbulos están de franco.
Escorpio: Juegue todo su patrimonio al 7 a la cabeza en la lotería.
Sagitario: Juegue todo su patrimonio al 35 a la cabeza en la lotería.
Capricornio: Recibirá una sorpresa: alguien le leerá su horóscopo y no lo va a creer. ¡Ah…!  Cuando sus amigos de Escorpio y Sagitario le comenten que jugaron a la lotería, dígales que van a perder: saldrá el 4.
Acuario: Créame, es mejor que no lo sepa…
Piscis: Tendrá tiempo libre para emprender nuevos proyectos, se reencontrará con viejos amistades y verá solucionada su situación económica; es decir, lo echan del laburo, llega temprano a su casa y encuentra a su mujer con su mejor amigo de la infancia al que hace tiempo no veía. Resuelve matarlos y lo condenan por el crimen a una estadía de 25 años con todos los gastos pagos en el Penal de Libertad.

(D.C)


[1] Nótese lo absurdo esta situación: querer corromper a quien da señales sobre el destino, confundiendo la señal con la determinación de ese destino. La pitonisa sólo profetizaba, advertía, no decidía el futuro. 
[2] “A veces eres extrovertido, afable, y sociable, mientras que otras veces eres introvertido, precavido y reservado”.
[3] Esto más allá del absurdo que intrínsecamente es el horóscopo. Imposible de demostrar por cualquier método científico (el lector figúrese el falsacionismo de Popper para tener un ejemplo claro): no hay un vínculo necesario entre la suerte de un tipo o su personalidad con su fecha de nacimiento ni con cuerpo celeste alguno.

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