Cinco horas en las que practicamente no pestañeo, cinco horas de agotamiento intenso para su mente y sus ojos, de una finísima coordinación ojo-mano, hace dos o tres que quiere ir al baño, pero no puede dejar las cosas a la mitad, ahora que empezó mejor que lo logre. Tiene sed, pero dicen que para lograr algo hay que hacer algunos sacrificios, y después de todo, ¿qué son algunas horas con sed?. Nada. Sigue, ya van seis horas. Está muy cerca, le duelen los ojos, después descansará. Solo le queda uno. Está a punto de lograrlo. Lo logró. Lo consiguió. El cartel que aparece en la pantalla del televisor le confirma aquello que él ya sabe. Ha conseguido el último achievement que le faltaba. Lo ha logrado.
¿Y ahora qué?. ¿Cómo evitar que nos invada la nada absoluta, la certeza de no tener nada que hacer que sea válido, que sea de importancia en el mundo, que nos afecte como individuos a un nivel profundo?. No hay problema, el próximo juego también tiene una lista de achievements, el orden se restablece en el universo, todo cobra sentido. Irá al baño, una comida rápida, y a seguir jugando.
Para aquellos que no sean familiares de las consolas de última generación, vayan algunas aclaraciones. Con la incorporación de internet en las consolas de juegos de diversas maquinas se han podido abrir comunidades online donde se guardan los “achievements”, es decir los logros, que el jugador ha obtenido en un juego. Estos pueden ser diversos, no crean solo que es el terminar el juego, no, no, hay muchísimas variables. Por ejemplo, puede ser terminarlo en un determinado tiempo, o llegar a un determinado lugar o nivel en menos de tanto tiempo; haber pasado por tal lugar dos veces; haber aniquilado a X cantidad de enemigos; en fin, son diversos y numerosos, pero principalmente, muchas veces son bastantes vacíos de cualquier significado.
No ataco aquí a la industria de los videojuegos, ni a los videojuegos. De ninguna manera. Si creo, sin embargo que están mostrando un síntoma de algo mayor. Esta necesidad que tenemos que alguien nos diga que hemos logrado algo es ya preocupante. Hacemos lo que sea, con tal que se nos prometa que al lograrlo se nos dirá explicitamente que lo hemos logrado, o que en su defecto, se sobreentienda por ser una creencia popular. Si me preguntase por qué esto es así, la única respuesta que podría deducir es que ya no logramos nada que sea trascendente. Es más, ni siquiera hacemos cosas que tengan ningun tipo de significado que no sea sintomático de nuestra ausencia de propósito.
¿Quién no ha saludado alegremente al amigo o compañero que se recibe felizmente en el menor tiempo posible de su carrera o profesión predilecta?. ¿Y qué?. Prefiero al estudiante demodé que se pasa un par de años más, siempre y cuando los pase estudiando, formándose, aprendiendo, a aquel que servilmente sigue el plan de estudios, aprueba los exámenes, pero es incapaz de revolverse por si mismo fuera de los parámetros meramente laborales. Obtenemos el título, somos profesionales, ¿lo logramos?. Eso dependerá de cada uno, no pretendo generalizar y decir que cada persona que consigue el título en tiempo y forma no aprovecha su carrera. Lo que digo es otra cosa, culturalmente parece haber una plusvalía en el hecho del plazo. Lo que me vuelve al tema de los achievements en los videojuegos. Uno de los más comúnes es aquel que es otorgado por alcanzar tantas horas de juego. Similitudes, similitudes.
¿Habremos de echar la culpa a nuestra desafortunada suerte por haber nacido después de lumbres tales como Descartes, Kant, Borges, Carrol, Horacio, Dante?. Pues no. Lo que tenemos que darnos cuenta es cual es la diferencia fundamental entre sus proyectos y los nuestros. En nuestra actual cultura nos imponemos objetivos, ya sea a corto, medio o largo plazo. Sin embargo, estos son solo eso, objetivos, metas a cumplir por el mero hecho de cumplirlas. Los que nos precedieron, sin embargo, tenían una visión radicalmente diferente. Los objetivos eran los pasos a seguir, la meta final difería muchisimo. La meta no era acoplarse al sistema de achievements de la época, si no destacarse, marcar la diferencia, dejar una marca, al fin y al cabo, de que han estado aquí. ¿Qué marca dejarán en el mundo aquellos que se reciben de abogados en cuatro años y lo ven como un trabajo y nada más? ¿En qué difieren ellos de cualquier otro trabajador?. ¿Qué marca dejarán en el mundo aquellos videojugadores que sigan obedientemente la lista de achievements de algún juego?. En nada. Ambos son iguales, ambos son síntomas de una enfermedad, de nuestra incapacidad para la producción seria y comprometida.
Es comprensible, la verdadera producción lleva tiempo, consume tiempo, le pagamos los minutos de nuestra existencia como tributo. En esta época en que todos corren pero en círculos es normal que esto no sea algo que se tome en consideración. Quizá algún día frenemos, paremos, nos bajemos del mundo, como anhelaba la queridísima Mafalda, y logremos dedicar la vida a una obra, sea esta el amor, sea la pintura, sea la que sea, ahí es que nos daremos cuenta de la falsedad de nuestros otros méritos1.
Por suerte, he terminado con este artículo. ¡Lo logré!. ¡Mierda!, se nota que no hay escapatoria.
(A.M)
(A.M)
1En esta somera enumeración de falsos logros podríamos agregar la denominada meritocracia que existe en la República Oriental del Uruguay. Se denomina meritocracia a la búsqueda implacable de papeles que se da en Uruguay para presentarlos a los concursos oficiales del país. Un sistema que roza el de las consolas de videojuegos.
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