Se la ha denominado de muchas formas, pero de forma sencilla, podemos decir que se trata de la angustia de la muerte. El tener conciencia de nuestra propia muerte, se ha dicho, es lo que nos hace buscar la inmortalidad. A través de la historia la hemos buscado de diversas formas. Los héroes griegos la buscaban realizando proezas que mantuvieran vivos sus nombres tras haber ya partido al Hádes y no ser más que míseras sombras. La Edad Media con su cristianismo original insistía en que este mundo solo es una prueba para ganar otro mejor. Los vikingos tenían su Valhalla en Asgard. Los chinos un emperador inmortal.
Claramente no nos gusta que las cosas se terminen. Que algo llegue a su final nos recuerda el otro, el impostergable beso de la muerte (robado a más de uno con toda seguridad). Así pues, no conozco ninguna sensación peor que el final de una buena historia. Cuando leí la implacable rotulación que enunciaba “Por ende...” al final de La Historia Interminable me sentí vilmente engañado. ¿Se trataba acaso de una ironía por parte del autor?. En tal caso era de muy mal gusto. Pero lo cierto es que todas las historias terminan (o cuando menos todas las historias tienen un fin que permiten el comienzo de otras). Todas las historias menos un tipo particular de historia: la del comic. Hablo de los grandes comics a largo plazo, de aquellos que hacen a la industria del comic y que presentan a personajes tan emblemáticos como Spiderman, Superman, Batman, Iron Man, Captain America, FF (Fantastic four y Future Foundations), Green Lantern, etc.
Estos personajes se niegan a morir de forma obstinada y reiterativa. Lo que resulta cómico cuando uno considera cuantas veces se nos dice que cualquiera de ellos daría la vida por el prójimo. El problema reside, no en una cobardía tácita por parte de los superhéroes, si no en la aficción de las editoriales por hacer notar sus posturas más capitalistas. Si Spiderman muere, toda una franquicia que genera enormes ganancias muere con él. Mejor que siga vivo no solo él, si no practicamente todos los elementos que componían la historia en sus inicios1. De esta manera se aseguran que el status quo de una buena historia permanezca relativamente invariable y que la misma pueda seguir siendo utilizada de manera recurrente con fines lucrativos. Si, ya que estamos con Spiderman, alguien mira la lista de publicaciones de historias del joven Peter Parker entenderá mejor lo que digo.
En resumidas cuentas, los editores de comics no terminan aquellos comics que les dan plata. Y estas son las únicas historias que no acaban. Claro está, la historia se mueve en los denominados “arcos” que vendrían a ser como un conjunto de pequeñas historias que dan forma a un episodio que afecta la historia general. Claro está, como la historia general es afectada por el más común de todos los males, esto es, su fin, el hecho de que estos arcos verdaderamente avancen algo es altamente cuestionable.
¿Cómo puede avanzar aquello que no avanza hacia su fin?. La lluvia se precipita sobre la tierra, los arroyos hacia los ríos, los ríos hacia la mar que es el morir, la vida avanza sin perder tiempo hacia la muerte. La muerte es el fin de todo, la muerte es la única que no avanza. A menos, que la ironía, verdadera diosa de este mundo, tenga decidido matar a la misma dama blanca o negra ker permitiéndonos a todos una vida similar a la de los héroes de los comics. Eso si, cabría preguntar le a generaciones de inmortales emperadores chinos si han quedado como aquel que refiere Borges. Después de todo, la vida eterna no asegura la juventud eterna, a menos, claro está, que sea parte del status quo de un comic.
(A.M)
1De ahí las sucesivas muertes y retornos a la vida de su tía, una anciana que por apariencia ronda los 90 años de edad y que acompaña al héroe desde el inicio de sus aventuras allá por el 1962.
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