lunes, 13 de junio de 2011

(43 )El amor en los tiempos de Facebook.


     El amor es algo maravilloso. En eso todos estamos de acuerdo. El desacuerdo llega a la hora de pensar que es el amor y que condiciones debe tener para realizarse. Ya he hablado en este mismo blog acerca del amor. Hoy me encuentro nuevamente dispuesto a hacerlo. Valgan algunas aclaraciones: a) no me he vuelto más inteligente (intelectual ni afectivamente) b) ni he ganadado una nueva perspectiva trascendental que me permita una nueva visión sobre el amor; c) refrito el tema por un tema de necesidad: el implacable amo de este blog nos rige con mano de hierro a nosotros pobres escritores, y me ha exigido para hoy mismo un artículo. ¿Por qué entonces volver sobre el amor?. Porque el amor es todo.
     Ahora que ya zafé del paso y que atrapé al lector con esa última frase sin sentido pero rimbombante y que cumple con los preceptos de la retórica clásica para los entimemas destinados a convencer, me permito empezar seriamente. Vuelvo sobre el amor porque el amor me interesa, me intriga y en última instancia, a raíz de algunas experiencias que me han llamado la atención para insistir en algunos puntos que ya antes había tratado.
     Creo firmemente en que la realización del amor tiene como condición sine qua non el hecho de que este se de entre dos individuos. Esto es, entre dos personas de verdad, dos personas que se realicen a si mismas. No hablo aquí de realización económica, más bien me refiero a una realización del potencial que poseen. La vida es, a fin de cuentas, lo único que realmente tenemos. Así pues, lo que debemos buscar es la plenitud de nuestra realización. Buscar vivir un carpe diem, esto es, aprovechar el día, vivirlo verdaderamente, no quedarnos “en la chiquita”. Desde este punto de vista, el amot solo se puede dar entre dos individuos que buscan la plenitud de su realización como ser individual en la trascendencia hacia otro ser individual igualmente completo. En criollo: si no tengo una vida que me sea propia ¿cómo puedo hablar de compartir mi vida con otra persona?. Solo dos seres completos en si mismo pueden compartir. Quienes sean seres a medias o simples homúnculos (en el sentido más etimológico del término) no serán capaces nunca de amar. Podrán realizar movimientos mecánicos para alcanzar el orgasmo, podrán hacerse compañía y comprenderes, pero su amor no será trascendental.
     Esto es lo que pasa con muchas parejas. Hay entre los jovenes uruguayos contemporáneos un actitud deleznable: la de asimilarse a parejas casadas. Hacen todo con la mentalidad de quien no solo se ha casado, si no que lo ha hecho con propósitos que poco tienen que ver con el amor. Así pues, estas parejas pasan gran cantidad de tiempo juntas, y esto sea que lo hacen efectivamente o no, ya que en el caso de que se vean en pocas ocasiones, consideran que ese es el momento de su vida más importante, su trabajo, su día a día, incluso sus amistades no son su vida, su vida es la otra persona. Así pues, no comparten nada, porque pasan por la vida como quien no se entera. No viven, sobreviven hasta el próximo encuentro. ¿Renacen al encontrarse?, ¿son felices?, ¿es su amor trascental?. No. Quizá lo parezca, pero no lo es. El hecho es que dado que no han vivido verdadermente entre un encuentro y el otro, no tienen nada que aportar a ese ser a medias que son.
     ¿Saben lo que es aún peor?: buscan envolver a cualquier persona en la angustia de saberse incompletos y casi muertos. Son capaces de ponerse a discutir sobre cualquier cosa con tal de sentir algo de pasión. ¿Quién no ha escuchado acaso parejas que discuten por la cantidad de mensajes de texto o respuestas a los mismos que se produjieron en un plazo de veinticuatro horas?. Por supuesto, cuando también esta fuente de pasión se acaba, intentarán involucrar a otras personas en la discusión. Si ud, queridísimo lector, se ve algún día en tal situación, este es mi consejo: parese muy risueñamente, aclaré alguna urgencia a aliviar en el baño y salga corriendo.
     La rutina que las parejas de casados (insisto que hablo de parejas de jóvenes que no se han casado pero obra como si ya lo hubiesen hecho en base a lo que ellos creen es el matrimonio y que suponen que están compartiendo sus vidas a pesar de que entre ambos no hagan una) se adapta a las exigencias del mundo moderno. Se adopta una rutina burguesa, se hace el amor una o dos veces por semana (de coger, esa forma tan desprestigiada de la relación sexual, tan discriminada en tiempos que buscamos la tolerancia, de coger ni hablamos) y se ahorra para cumplir el arcáico sueño americano: casita propia, auto y algún botija. Bien puede resumirse esa vida con esa terrible frase de “plantar un árbol, leer un libro y tener un hijo”. Yo preferiría plantar un hijo, leer un árbol y tener un libro, pero sobre gustos nada escrito1.
     ¿Qué impulsa a estas parejas a seguir juntas?. La incapacidad de tolerar un minuto de soledad. Quien no puede soportarse a si mismo, aplaca el ruido de su conciencia con caricias sin sentido, con compañía que no moleste demasiado, en fin, con otra persona que busque lo mismo. Por otra parte, quien ama a partir de que vive y se realiza, de que cambia y se mantiene, de que es consciente de su fin y lo afronta, de que no teme vivir aunque esto signifique aceptar también lo que no le agrada, en fin, de quien se realiza como individuo, ese será quien pueda compartir su vida con alguien más, pues tendrá justamente eso: una vida.


(A.M)


1Excepto los incontables catálogos de moda que imponen los gustos en vestimenta, los interminables recetarios de cocina sana o rica, oriental u occidental y los trabajos científicos que explican el sistema gustativo y la prolífera redacción de textos educativos que resumen estos saberes.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario